jueves, 30 de julio de 2015

CARTA A UN MASÓN




R.·.H.·. Luis Vargas Aybar 
Past V.·.M.·.I.·. de la R.·.L.·.S.·. Trabajo y Honradez No 17 Vall.·. de Lima

Q.·.H.·. hace tiempo que no nos comunicamos, que bueno que este medio se haya re-establecido. Las cosas desde el comienzo del milenio a la fecha, en muchos aspectos han cambiado.  Pero otras no. Se han empeorado.

Una que me preocupa seriamente, es la corrupción. Esta no es nueva, casi se podría decir que siempre existió en toda sociedad. Pero en nuestro medio, ha tomado visos institucionales y está presente en todos los ámbitos de la vida pública y privada. Ha penetrado tanto y es tan frecuente que a muchos nos parece normal el comportamiento tramposo, el abuso del poder, o el enriquecimiento ilícito, que vemos cada día.

Tanto en las grandes esferas nacionales como en nuestro entorno más próximo: trabajo, barrio, organizaciones sociales en las que participamos y –a veces- hasta en los círculos amigables, o en la propia familia, está presente.

Lo peor de vivir en un ambiente donde la corrupción es generalizada en todos los ámbitos y estratos sociales, es que llega el momento en que ya no la vemos. Es como el mal olor en un ambiente cerrado, que después de un tiempo te acostumbras, convives con él y por último, ya no lo sientes y niegas que huela mal.
¿Qué nos pasa. Es que no queda gente honrada, seria, responsable? Yo creo que si existen, y muchos. Sin embargo, la dinámica de la vida moderna nos condiciona a una existencia muy individualista que nos va recluyendo cada vez más a mirar solamente nuestros intereses más directos e inmediatos. Este sistema, nos fatiga y atemoriza y nos hace indiferentes frente al problema “ajeno”; sin pensar que lo “ajeno” es lo “nuestro”.
El silencio, práctica tan valiosa y creativa en La Masonería, se ha devaluado en la sociedad y se viene convirtiendo en un ejercicio cómplice que permite el florecimiento de estas lacras.
“Yo no me porto mal ni hago mal a nadie” es la frase socorrida que usamos para justificar nuestra inacción. Con que no se metan con nosotros ya nos sentimos triunfadores.
H.·. mío, hay que ser conscientes que la corrupción no aparece de un momento al otro, ni el corrupto surge intempestivamente. La corrupción es un proceso lento de aceptación de antivalores, que va creciendo de manera paulatina pero constante en la vida cotidiana. 
La semilla corruptible se implanta en nuestro ser a través de los pequeños actos, de las vivezas criollas, de la infracción a las normas menores, del engaño en casa y la disculpa falsa, del ahorro indebido y de otras formas que conocemos y que desgraciadamente alguna vez las hemos practicado. Este comportamiento cuando se vuelve conducta de vida y se masifica crea el ambiente propicio para la situación en la que nos encontramos.
Nosotros, los Masones, no estamos exentos de estos males. Entonces, ¿cuál es el antídoto, la vacuna que nos preserve de ellos? Sin lugar a dudas será una toma de conciencia de esta realidad, reflexionar sobre ella y emprender acciones para el cambio. Cambio, que como todas las grandes cosas, se inicia, también, con las pequeñas prácticas cotidianas y caseras. 

Tan simples como el ejercicio de la puntualidad, para evitar la falsa disculpa; el cumplimiento a la palabra empeñada, para no hacer ofertas irreales; la seriedad en la elaboración de nuestros trabajos, para evitar la copia infiel del inacabable banco de información que se llama internet; el compromiso en el cumplimiento de nuestros juramentos, entre ellos, para evitar la frecuente maledicencia; y la solidaridad y compromiso con los afanes de nuestro Tall.·. y de la GLP, para superar la indiferencia y la crítica fácil del que nada hace.

No sé H.·. Cuánto tiempo llevas en la Ord.·., quizás hace poco te has iniciado, o quizás ya llevas muchos años, pero estoy seguro que te preocupas y trabajas arduamente por limpiarnos y superar esta situación.

Si es así, sumemos esfuerzos, no perdamos nuestra capacidad de indignación frente a la corrupción y provoquemos el debate y la reflexión en todos los espacios donde desarrollamos nuestras actividades y nuestra vida. Cuidemos nuestro comportamiento y recordemos que siempre hay alguien – grande o pequeño- en la calle o en la casa, que nos mira y nos toma de ejemplo, para bien o para mal.

Disculpad H.·. por estas líneas descarnadas y dolorosas, pero sólo te tengo a ti como representante de la reserva moral de la sociedad que nos tocó vivir. Recordemos nuestro ideal humanista que nos exige mantener presentes los principios masónicos que hemos adoptado.
Salvemos nuestro futuro y el de nuestros hijos y nietos.

http://www.fenixnews.com/2015/07/26/carta-a-un-mason/


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