Por
Sebastián Alberoni
formarsegrupos.net
“Aferrarse a la ira es como agarrar un
carbón caliente, con la intención de tirarlo a alguien más.
Tú eres el que se quema.” Buda
Ante
una situación de conflicto, cuando el otro nos dice o nos hace algo que no nos
gusta, tendemos a quedarnos con rencores, y nos suele costar mucho esfuerzo el
poder dar vuelta la página de verdad. Si estamos transitando o intentando
transitar un camino espiritual, puede ser que nos intentemos auto convencer de
que ya no guardamos ningún rencor hacia nada ni nadie, podemos llegar a sentir
que es así, pero luego de un tiempo vemos que ante cualquier cosa mínima que
nos haga recordar a dicho evento o a dicha persona, el rencor vuelve a
aparecer.
Una
visión muy novedosa, sumamente simple y que nos puede ayudar mucho, es darnos
cuenta de que si guardamos rencores, si nos quedamos con broncas, somos
nosotros los principales perjudicados. Si tengo esos sentires en mi, los
sentiré directamente en mi cuerpo, muy probablemente como un bloqueo o
sensación fuerte de incomodidad en el plexo solar, que es justamente el centro
energético o chakra relacionado con las emociones, que se ubica un poco por
encima del ombligo.
Si no soy consciente de esto, si no
practico la auto observación, puedo alimentar aun más estos sentires con mis
pensamientos: pensamientos que justifiquen y lleven a más rencor y más
separación, pensar en lo mal que hizo esa persona, en cómo pudo hacerme eso,
pensar que nunca más quiero volver a acercarme a esa persona, etc. Llegados a
ese punto, el malestar que sentiremos puede ser muy notorio. No solo se sentirá
esta incomodidad en nuestro plexo solar, estas emociones y pensamientos
disonantes también drenarán nuestra energía vital. En definitiva y en palabras
simples, quedaremos hechos “un trapo de piso”.
Al
hacernos conscientes de esto, nos daremos cuenta del poderoso hecho de que si
de verdad soltamos los rencores, si de verdad aceptamos la situación y podemos
ver al otro más allá de la ofensa, los principales beneficiados seremos
nosotros, porque volveremos a sentir paz, volveremos a sentirnos libres por
dentro, nuestro cuerpo se volverá a sentir relajado, ya no habrá bloqueos, nos
sentiremos nuevamente con la presencia y la energía vital activa en todo
nuestro cuerpo, especialmente en nuestro corazón. Tendremos más ganas de vivir,
sentiremos dicha, entusiasmo, volveremos a estar conectados con nuestra
Esencia.
Desde
este nuevo lugar, será mucho más fácil comenzar a sentir verdadera aceptación
hacía el otro y hacia la situación que me tocó vivir. Entonces, además de ser
un regalo para mí, también será como consecuencia un regalo para el otro. Si
por el contrario, hubiéramos encarado esta situación sólo desde el esfuerzo de
querer aceptar al otro inspirados en el común conocimiento de que “perdonar es
algo bueno”, sería un enfoque muy noble, pero que nos puede costar muchísimo
esfuerzo, esfuerzo que puede terminar siendo infructuoso.
Desde
este nuevo lugar, como se explica en la técnica del Ho’Oponopono, también podré
ver más fácilmente cuáles fueron las causas internas mías que me ayudaron a
vivir esa situación, o que me hicieron sentirme tan dolido con dicha situación.
Generalmente las cosas nos pasan, y hay otro u otros involucrados, pero a la
vez los dolores se aumentan por heridas no sanadas de nuestro pasado. Entonces
estos hechos nos pueden ser de gran utilidad para auto conocernos mejor, para
sanar y abrazar cuestiones pasadas. Desde esta visión el otro termina siendo un
facilitador que nos puede estar mostrando algo a sanar.
Todo
esto no significa que no podamos sincerarnos con la otra persona, decirle que
su actitud nos ha hecho sentir mal, que nos hemos sentido heridos, que su obrar
nos parece demasiado fuerte, que no esperábamos eso de ella/él, que nos damos
cuenta de que nuestro dolor puede en parte verse aumentado por nuestras propias
heridas del pasado, pero que de todas formas duele, o lo que sea. Por el
contrario, el consejo es intentar siempre decir lo que sentimos, compartirlo
con el otro, abrirnos al otro, tratando de que sea lo más posible desde el
corazón. Es el miedo el que nos hace creer que es mejor cerrarnos y no decir
nada, y es el Amor el que nos ayuda a abrirnos y compartir.
Puede
ser que al sincerarme, sea la otra persona la que se ofenda. Hay personas que
no tienen reparo en decir o hacer cosas fuertes, pero que no toleran escuchar
el retorno. Además, ofenderse en esas instancias suele ser un mecanismo de
defensa para evitar sentir remordimiento o hacerse cargo de las propias
acciones.
En ese caso, será el viaje de la otra persona el trabajar sus
rencores. Pero si nosotros hacemos nuestro trabajo y podemos soltar nuestros
rencores, es muy posible que se dé una nueva instancia en la que sea el mutuo
entendimiento, la mutua comprensión, la que triunfe. Solo es cuestión de darle
a las situaciones el tiempo necesario. Y según han dicho los sabios y maestros,
el tiempo es, en últimas, parte de la ilusión, como así también la separación.
No
nos aflijamos si de todas formas más adelante los rencores afloran de nuevo. En
ese caso podremos aplicar de nuevo esta visión sanadora. Generalmente vamos
creciendo en espirales ascendentes, pareciera que volvemos a pasar nuevamente
por lo mismo, pero siempre estamos avanzando, sanando y evolucionando.
Autor: Sebastián Alberoni
Creador del Curso a Distancia: “Camino
Espiritual Integrado”