martes, 8 de septiembre de 2009

¿Cómo se expresa lo sagrado en Masonería? Solaris


Nada hay tan profundo en la Liturgia masónica como la concepción de lo sagrado: una sacralidad que pone aparte las cosas, los lugares, el tiempo, los objetos y las personas, que las convierte muchas veces en tabú (¡no se toca!), siendo profano todo lo demás del universo y por tanto fuera de la liturgia masónica; una sacralidad que con sus ritos pretende echar la mano al poder de la divinidad (ritos mágicos dentro de la Logia, incluso supersticiones, como el de no moverse de sitio durante la tenida ). En este sentido, y sólo en este sentido, se puede decir: No hay ningún lugar sagrado.

El templo nuevo es el cuerpo de los masones todos, es el hombre nuevo, la humanidad nueva. Es todo el universo reconciliado por la Masonería: «la tenida sobre el mundo profano». No hay ninguna fórmula litúrgica sagrada. La liturgia masónica sólo ha servido para expresar el pensamiento de antiguos masones lo mismo que todas las profundidades de los ritos druidas.

No hay instrumentos ni arreos masónicos sagrados. No hay música sagrada. Mozart utiliza el mismo lenguaje para cantar a la Masonería que para celebrar el café. No hay objetos sagrados dentro de Logia. Todo lo que utilizamos para la liturgia tenía en su origen un uso corriente incluso la escuadra y el compas, instrumentos comunes y ordinarios de albañiles, niños escolarees y dibujantes

Con estas afirmaciones, no se trata de ceder a la corriente tan en boga últimamente de la desacralización. Para nosotros, los masones, se trata totalmente de lo contrario: todo puede ser simbólicamente masónicamente sagrado, porque todo el hombre y todo el universo pertenecen al Gran Arquitecto del Universo.

Casi nos vemos tentados de expulsar la palabra «sagrado» (y su pariente «respetable») del vocabulario masónico. Sin embargo, la conservamos. Por varias razones una de las cuales se deriva de la naturaleza del hombre y que podríamos decir que es de orden pedagógico.

Pongamos un ejemplo fuera de la Masonería Para un hombre y una mujer, aunque no estén casados, el anillo de su matrimonio es algo sagrado Y no se les ocurriría utilizar ese anillo para un uso trivial. También dirían que su amor es sagrado ¿Por qué ese respeto para con ese objeto que es el anillo? porque significa una realidad superior y sagrada, que es su amor-

Lo mismo para el masón, lo sagrado no está en las cosas, sino en ser eso mismo, - masón, exaltado al grado. Lo que es sagrado es su acto en Logia y todo lo que esto supone: su vida moral, su visión de las personas y del mundo. Pero las cosas, los lugares, los tiempos son el material que utiliza para celebrarlo; entonces ellos mismos son objeto de un respeto especial.

Una esposa no utilizará nunca su lazo matrimonial para sujetar una cortina: tampoco se utilizará el Ara Sagrada como mesa para comer, después de la tenida. Por esta misma razón, no se puede tirar a la basura el mandil que ha servido para nuestra iniciación , aunque se haya estropeado y sea inutilizable- Hay que ser muy delicados en suprimir, por ejemplo, ciertas cosas de nuestras Logias. ¿Cómo se expresa lo sagrado en Masonería?

Volvamos a la comparación de la alianza. Muchas personas llevan otros anillos y sortijas de todas clases. El anillo masónico se distingue de los demás; ¿por qué?, ¿una inscripción?, ¿una fórmula?, ¿un emblema grabado en una piedra preciosa? Nada de eso; al contrario, es muy sobrio, puesto que en la Masonería se hacen a lado las alhajas costosas. La sobriedad misma es la que crea un «algo masónico» significativo. También en la liturgia los objetos que utilizamos tienen un origen vulgar: la regla, el compás, la música, las palabras, etc., todas esas cosas que pertenecen al común de los mortales.

¿Cómo se manifiesta entonces la distinción con lo vulgar y lo cotidiano? No forzosamente, ni mucho menos, por sus formas especiales, ni poniendo artificialmente símbolos masónicos por todas partes (camisa con una escuadra y compas, llaves del auto con llavero en forma de escuadra y compas, letras “G” bordadas por todas partes en la estola o en los malletes; conozco incluso una Templo Masónico en donde las ventanas de respiración en el techo tienen forma de un ojo dentro de un triangulo). Esta separación se manifiesta ante todo por el uso ritual que se hace de esos objetos

Una música que se utiliza durante la acción ritual no la usará un masón en un contexto de diversión. Lo sagrado está en quienes lo usan, no en el propio objeto Además, por la calidad de sus formas, por su «dignidad», para recoger una palabra clásica de la tradición litúrgica en Masonería. Es lógico que un objeto o un lugar que sirven de apoyo a la simbolización de lo que es para nosotros lo esencial, a saber el Universo de Dios, está impregnado de belleza.

A propósito de la belleza de la liturgia masónica, circulan muchas ideas recibidas. Entre otras, aquella de «hacer la Tenida con un trasfondo bello», tan repetida y que es fuente de muchas confusiones. Cuando, en la intimidad de mi despacho, pongo Música de Mozart, puedo «meditar con un trasfondo bello», pero no hago liturgia. La más bella de las catedrales góticas puede resultar un mal instrumento para la liturgia masónica de hoy.

La liturgia no es la conservación del pasado, ni el centro de ensayos de música o de pinturas contemporáneas, ni el último grito de los éxitos del año. Después de estas ideas aparentemente iconoclastas, hay que subrayar, sin embargo, que el arte y la liturgia son buenos aliados. El masón, es el hombre del símbolo, capaz de expresar lo invisible y lo inefable. Por eso es natural que los masones se hayan sentido siempre como en casa al hacer Tenidas Bajo Bóveda Celeste al aire Libre.

El núcleo esencial de la cuestión estética sigue siendo el rito litúrgico masónico. La primera condición para que una música, una herramienta, un estandarte, un texto sean litúrgicos es su aptitud para servir al rito masónico. Admiramos mucho los instrumentos de los albañiles antiguos; los ponemos en los museos o decoramos con ellos las paredes de nuestras casas de recreo. Y con razón. Esos instrumentos son bellos, porque se adaptan a la mano del que los manejaba. «Lo contrario de lo bello no es lo feo, sino lo informe ».

Buscando la mejor forma posible para servir al rito, es como el arquitecto, el poeta, el músico tienen más oportunidades de conseguir una forma bella. ¡Buscad la aptitud, y la belleza se os dará por añadidura! Esto puede ser cierto de los instrumentos para la celebración más complejos como para los más sencillos, para las largas letanías como para los estribillos cortos, para los conjuntos arquitectónicos como para un simple vaso, para una catedral como para una capilla.

El Masón debe adquirir la sensibilidad necesaria para comprender a un sencillo albañil de nuestra época. No la obra, sino el acto Cada persona o grupo de personas darán carácter de sagrado a un acto, por cotidiano que parezca para el resto de la humanidad. En este caso un grupo de personas auto llamadas masones, de dan una dimensión sacra a un acto llamado Tenida Masónica. La indicación que se señala es que el arte de hacer masonería no es aquí una cuestión de obra, sino de acto sagrado.

En definitiva, una fórmula litúrgica o un gesto iniciático o una copa litúrgica no tienen existencia fuera de la liturgia. El malentendido está en que muchas veces el artista quiere hacer una obra, su obra, mientras que lo que ha de hacer es, siguiendo tal como es, descentrarse y entrar en la perspectiva del acto litúrgico. El masón no compone un trazado para expresarse, sino para que sus hermanos puedan realizar el acto de trazar junto con él, al compartir con preguntas y respuestas. Evidentemente, lo que él propone no es indiferente para la calidad del gesto que habrá de hacerse, pero la manera en que ese trazado se integre al rito masónico y sea por tanto asimilado por los que celebran juntos la Tenida

Solaris: http://groups.google.com.mx/group/secreto-masonico?hl=es

HIDALGO, ¿MASÓN? ; Publicado en el DIARIO DE XALAPA el sábado 11 de septiembre de 1993. por Wenceslao VARGAS MÁRQUEZ















Trazado enviado por Q.·. H.·. Salvador López Ex Resp:·. Gran Maestro G.·. L.·. de Estado Baja California

Al amanecer del 16 de septiembre de 1810, Miguel Hidalgo y Costilla Gallaga inició la lucha por la independencia política de la Nueva España, respecto de a España Antigua. Muchos especialistas en historia de la masonería han afirmado, con ciertas reservas, que Hidalgo fue masón y que ingresó a las logias con Ignacio Allende. Las hipótesis son las siguientes:

Para José María Mateos (Historia de la Masonería en México, 1884), la masonería se introdujo en México en 1806. En ese año, por iniciativa del señor Enrique Muñí, se fundó una logia en la calle de Las Ratas No. 4 (hoy Bolívar 73), domicilio particular del regidor Manuel Cuevas Moreno de Monroy Guerrero y Luyando.

Pertenecían a ella el propio Manuel Cuevas, el marqués de Uluapa, José María Espinosa, Francisco Primo de Verdad y Ramos (1760-1808), Juan Francisco Azcárate y Ledezma (1767-1831), Gregorio Martínez, Feliciano Vargas, Miguel Betancourt, Ignacio Moreno, Miguel Domínguez (1756-1830), Hidalgo (1753-1811) e Ignacio Allende Unzaga (1769-1811).

Un vecino, habitante de la casa número 2, apellidado Cabo Franco, denunció la existencia de la logia. Muchos fueron aprehendidos y Primo de Verdad amaneció muerto en su celda el 4 de octubre de 1808. Dice Mateos (p.12) que los masones de esa logia empezaron a reunirse en El Pensil, casa de campo de Manuel Cuevas, en el pueblo de San Juanico, hasta caer poco a poco en la disolución.

Es en esa logia (Mateos no menciona el nombre, ni el rito ni su número en el catálogo) donde Hidalgo y Allende ‘vinieron expresamente a recibirse masones y posaron en la casa número 5, de la misma calle de Las Ratas, en donde vivía un señor llamado Lindo’ y, para Mateos, ella ‘fue el foco donde comenzó a organizarse la independencia de México’.

Para el doctor Richard E. Chism (en Una Contribución a la Historia Masónica de México, 1899), la versión de Mateos le parece consistente pero llega más lejos al pretender establecer el rito al que pertenecía la logia. Sostiene que las primeras logias españolas se fundaron en 1728 y eran del rito de York y da por ‘casi cierto’ que de alguna de estas logias españolas hayan procedido los introductores de la masonería en la Nueva España. Se sabe además que Carlos III de Borbón y el virrey de Revillagigedo (1789-1794) fueron masones.

En la obra América Peligra (de Salvador Borrego), hay un dato que brinda una referencia más reciente: la calle de Las Ratas es precisamente la actual (1964) de Bolívar 73 pero la presunta filiación de Hidalgo es ‘un truco publicitario’ de la masonería. Le parece más exacto a Borrego (p.96) que Hidalgo haya tenido contactos con un agente francés (napoleónico) llamado Octaviano D’Alvimar, en enero de 1809. Se sabe también que en el juicio que el Santo Oficio de la Inquisición entabló contra Hidalgo poco o nada se le pudo encontrar acerca de un posible pasado masónico, pero los datos no se agotan ahí.

Un libro (El Poder contra la Fe, Emmanuel Ruiz Subiaur, p.217) que toca las relaciones entre el Estado y la iglesia católica, dice que para 1791 Hidalgo había sido acusado de herejía y de mantener relaciones con Manuela Ramos Pichardo, de la que tenía a Lino Mariano y a Agustín como productos.

En julio de 1800 los curas mercedarios Joaquín Huesca y Manuel Estrada le acusaron de asistir a ‘tenidas diabólicas’ en una logia en el callejón de El Sapo (frente a la actual central telefónica de las calles de Victoria en la ciudad de México).

La causa fue reanudada en septiembre de 1810 y el 7 de febrero de 1811 el inquisidor fiscal Manuel de Flores presentó formal denuncia contra Hidalgo al grado de que la iglesia católica lo excomulgó, ah, como ha excomulgado a las masones decenas de veces a lo largo de la historia. Excomuniones, como si a uno le diera pavor.