Si el instrumento material en que los militares basan su poder son las armas, y los ricos el dinero, el de los religiosos la mentira, el de los políticos las falsas promesas, los masones no tenemos ningún instrumento material en el que apoyarnos para ejercer nuestra influencia, más que la Razón.
Por ello debe ser precisamente la Razón la que corrija el rumbo Augusto de Nuestra Orden Masónica-Nuestra influencia es inmaterial y mucho más sutil. En algún sentido podría decirse que es la palabra; sin embargo, ella es sólo el vehículo de otros componentes subterráneos e imponderables que subyacen bajo el poder. Este está basado en una mezcla de secreto, doctrinas,inteligencia, fraternidad y, en mucha parte, sinceridad. Los masones tenemos miedo a lo que pueda sucederle al ciudadano si no sigue las pautas que con el Buen Orden Mundial le han marcado.
El poder se ejerce, en último término, mediante normas precisas; pero antes de llegar a ellas hay otras mil maneras sutiles de ejercerlo que van desde las conversaciones privadas y de los bulos lanzados para observar la reacción del pueblo, hasta los programas televisados con su correspondiente manipulación de la mente de los ciudadanos.
El fin último de nosotros los masones es estar ejerciendo la fraternidad, impulsar ideas positivas, mantenerse unidos y luchar no sólo contra los embates de nuestros enemigos, y contra las intrigas de algunos de nuestros propios miembros, miembros que se han infiltrado de otras instituciones políticas o religiosas. En esta lucha —que en muchos se convierte en una distracción de nuestros objetivos fraternales— se nos va la mayor parte de nuestra energía.- la institución masónica gasta el setenta por ciento de su energía en mantener el Orden de sus miembros, todo esto es un gasto inútil de tiempo, que bien podríamos emplearlo en el bien de la humanidad.
El intrigar, el lanzar bulos, el poner zancadillas, el aprovecharse de la debilidad pasajera de su adversario, el lanzar sospechas sobre la conducta de alguien y el mentir con cara de quien está recitando un versículo del evangelio son las armas normales de los infiltrados en nuestra institución masónica. Los infiltrados en nuestra orden masónica llegan inclusive a ser autoridades, y usan cualquiera de ellas, y hasta, si hace falta, difamar a un buen hermano masón, con tal de mantenerse en el puesto de privilegio. Puede ser que haya alguno que en el último minuto vacile en llegar a semejantes extremos, pero la mayoría contentará su conciencia con alguna motivación « seudo ética» y dejará que la justicia masónica sea atropellada.
El gobernar a la masonería debería ser de hecho por aquellos masones que previamente hubiesen demostrado no sólo que eran capaces de llevar adelante empresas masónicas sino que estuviesen limpios de toda mancha de corrupción, pero como no es así nos encontramos con tanta frecuencia con ejemplos de dignidades masónicas, grandes y pequeñas, que, una vez instalados en el puesto de poder y con un cierto grado de impunidad, atropellan a mansalva la justicia... y el erario de la Logia.
En la actualidad y según el mecanismo de nuestra imperfecta democracia masónica, de ordinario, se llega al poder masónico adulando, vociferando en las tenidas de Gran Logia las consignas que dicta la sin razón, dejándose atropellar por los que están arriba y «tragando sapos», según el argot popular, demostrando que se es más masón que el propio Benito Juárez, atacando a los adversarios con más saña que los demás, y mintiendo con palabras más bellas.
Este es el gran flaco de nuestra democracia masónica junto con el hecho de que, una vez elegidos los candidatos, no hay manera de deshacerse de ellos cuando no cumplen o cuando traicionan abiertamente los deseos de los que los han elegido:
http://groups.google.com/group/LogiaDeMasones/msg/4685b7bbdd4a8819
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