José Manuel Villalpando.
Historiador
La tarde del 17 de julio de 1872 Benito Juárez comenzó a sentirse mal. Y aunque el dolor de pecho lo padecía desde hacia seis meses, en esta ocasión era diferente. Por eso, desde Palacio Nacional mandó traer a sus médicos de cabecera.
Hasta allí, llegaron los doctores Ignacio Alvarado y Gabino Barreda, quienes ya le habían diagnosticado angina de pecho desde enero pasado. Sin embargo, llegó el momento fatal: el Presidente Juárez comenzó a entrar en agonía cardiaca. La antesala del infarto cardiaco mantenía a Don Benito Juárez en un constante sufrimiento. Y aunque sus médicos sabían que pronto moriría, ya que en esa época no se contaba con fármacos o equipo mèdico quirúrgico que le salvara la vida, deseaban mantenerle con vida lo más que se pudiera.
De esta manera, Don Benito Juárez a sus 66 años de edad, se pasó la madrugada del día 18 sufriendo de espasmos cardíacos; y en el alba del 18 de julio, tuvo un ataque muy fuerte acompañado de un dolor agudísimo, a tal grado que el doctor Alvarado pensó que ya había llegado el momento del deceso. No obstante, el sufrimiento del Benemérito de las Ameritas, los médicos decidieron llevar a cabo un “remedio” con el único fin de prolongarle la vida, el cuál consistía en vaciarle en el pecho descubierto, el agua hirviendo de una cubeta mediana , para provocar calor tan intenso en la zona, que se asemejara a un choque eléctrico.
El resultado fue bueno, ya que Don Benito Juárez pudo vivir unas horas más e incluso pudo atender sencillos asuntos de Estado, aunque el “remedio” le produjo una quemadura muy intensa que se extendió por el pecho y el brazo, y, de acuerdo con el doctor Alvarado, la piel de Don Benito Juárez, se ampolló de manera importante. En ese momento Juárez le preguntó al doctor: mi enfermedad es mortal ¿tiene cura? El doctor Ignacio Alvarado, respondió simplemente: sí, es mortal.
Por la tarde del 18 de julio volvió a presentarse un ataque muy fuerte, y otra vez el doctor Alvarado recurrió al mismo “remedio”. En esta segunda ocasión, el agua terminó por destruir la piel de la zona y parte de los músculos. No obstante los esfuerzos por prolongarle la vida, Benito Juárez murió a las 11 de la noche del 18 de julio del año 1872, rodeado de sus hijos y yernos, en Palacio Nacional.
El Presidente de México nunca había padecido del corazón sino seis meses antes de su muerte con sus dolencias cardiacas. No obstante tenía diversos factores de riesgo que hoy sabemos pueden conducir a la muerte por infarto.
Así era Juárez: fumaba dos puros cubanos diarios, comía de manera copiosa, estaba pasado de peso y no hacia ejercicio físico.